Archivos Mensuales: julio 2011

Prohibición del Amor

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http://www.youtube.com/watch?v=64vvX6-d_JY

Por orden del emperador Augusto XXX queda completamente prohibida la palabra amor.

            Así empezaron las cuatro semanas más intensas de nuestro país. Nadie lo podía creer. Al principio, todos pensamos que era una broma de mal gusto, nadie le hacía caso, cuándo alguien mencionaba el tema todos nos limitábamos a mover los hombros y decir: “Bah, ya va a pasar, vas a ver que no es algo serio” pero poco a poco, nos empezamos a preocupar. La cosa parecía ser cada vez más grave. Los rumores llegaban de todos lados: qué a tal lo habían agarrado por transgredir la norma, qué  aquel se tuvo que escapar por haber cometido el delito, que al hermano de un amigo lo habían apaleado por rebelde… En fin, todos empezamos a caer en la cuenta de que esto no era un chiste. No, no… la ley 1.234 estaba completamente vigente. Y entonces empezaron los escándalos, se armó revuelo en la ciudad: que no podía ser, que esto era una locura, que el estado se había pasado… Había de todo, desde músicos nostálgicos que le componían odas a nuestra palabra perdida, a artistas rebeldes que se amotinaron en la casa gubernamental. Los poetas eran los más reaccionarios, todos salieron inmediatamente, totalmente escandalizado por el hecho. Hicieron todo lo posible, desde discusiones formales, mitines a escondidas, cartas judiciales… pero nada funcionaba. Daba pena verlos tan esforzados, tan desesperados por recuperar una palabra tan humana, tan nuestra. Pero el gobierno no cedía. Estaba completamente convencido. Que la ley se cumplía, que al que no le gustase, se podía ir del país, que las cosas eran así, y que era totalmente constitucional. La ley había sido aprobada por las cámaras, y se había discutido mucho acerca del tema antes de llegar a una resolución. Estaban firmes, la palabra estaba prohibida y tenían buenos fundamentos para creer que la medida sería muy constructiva para el país entero. El argumento más fuerte era el económico, la gente empezó a tomar partido, algunos se pusieron de parte del gobierno, otros estaban completamente enfurecidos. Era curioso ver las distintas actitudes. Los artistas por supuesto al principio estaban completamente disgustados, les parecía una aberración, inhumano. No se podía vivir sin hablar del… simplemente no se podía. Pero el gobierno era hábil, sus argumentos eran fuertes. En efecto, la ley había sido meditada previamente. Que para qué necesitan los artistas utilizar esa palabra si justamente el arte consistía en transmitir ideas sin utilizar palabras. Y quedaron contentos, les gustó la propuesta. El gobierno se los metió en el bolsillo. Los pintores fueron los primeros, los escultores los siguieron. Se convirtió en todo un desafío, cómo expresar esa realidad, sin usar una palabra.

Con los músicos y los poetas fue más difícil. Ellos trabajaban con palabras constantemente y no veían la posibilidad de hablar del… sin mencionarlo. Pero el gobierno lo mismo… Había que ver al presidente de economía (pues había sido el quien propuso la ley) hablando y argumentando a favor de su sanción. Su tesis era la siguiente: La palabra prohibida estaba completamente devaluada. Sí, decía. Lo que oyen. La palabra que prohíbe la ley 1.234 está devaluada, no vale nada. Hemos hecho análisis exhaustivos y llegamos a la conclusión de que este país necesita una economía de las palabras. Hemos creado un nuevo departamento: el C.R.P.D (Centro de Regulación de Palabras Devaluadas) para palabras sin valor. El proyecto se viene gestando hace varios años ya, y la primera empresa del departamento es la de recuperar el valor de la palabra 1234 (pues así se la llamaban ahora).

Y entonces aparecía el presidente del nuevo departamento. Un hombre serio de anchos bigotes. Parecía solemne. Uno de esos tipos distantes que solo dicen cosas importantes: “Ejem, Ejem. Sí, el proyecto de ley 1234, es un proyecto muy serio con gran esfuerzo detrás. Un gran conjunto de expertos ha analizado la situación de nuestras palabras y ha comprobado que la palabra 1.234 se haya en un estado crítico. Cómo dijo el presidente de economía, la palabra está devaluada, es decir no tiene ningún valor. Y hemos considerado conveniente prohibir su utilización para realzar su cuantía. Hoy en día la palabra es lo que llamamos en el departamento una palabra comodín, es decir una palabra que se usa para todo pero que no tiene ningún valor en sí misma. Hemos hecho un sondeo de la profundidad del problema y los valores son realmente terroríficos. La ley es por lo tanto absolutamente necesaria y le pedimos a todos los ciudadanos que la acaten. Si no lamentablemente se las verán con la justicia.”

Y los poetas empezaban a dudar pero seguían desesperados: ¿Pero qué vamos a hacer? ¿Cómo vamos a escribir si no podemos usar esa palabra? No se puede, que cómo vamos a hacer para vivir. Cómo estar con la mujer de nuestros sueños si no podemos decirle que la… ¿Qué haremos con los niños cuando a la noche tras el dulce beso de la madre no puedan decir: te…? No se puede, no señor. No se puede vivir sin usar esa palabra, surge de adentro, es ir contra la naturaleza humana, es reprimir un impulso afectivo…

Pero el gobierno no cedía, estos argumentos no los convencían. No negaban lo dicho por los poetas, solo proponían otro modo de expresarlo. Les decían: “justamente, es por eso que promulgamos la ley y que estamos tan seguros de su efectividad. Cómo bien dicen el impulso afectivo es tan innato, está tan adentro nuestro que confiamos en que la restricción del término dará salida a nuevas formas de expresión, innovadoras y vitales. Lo que queremos lograr es encontrar una forma de expresión que no esté devaluada, que no sea comodín, que tenga toda la fuerza de esta realidad. Y por eso apelamos a ustedes. A los poetas les pedimos que nos ayuden en nuestra búsqueda, que se unan en la empresa de revitalizar el término. Sean originales, entusiásmense, inspírense y compongan, compongan obras únicas.”

Y de ese modo caían también los poetas. Al igual que los artistas primero, los poetas se unían a la empresa, a la búsqueda de nuevas formas de expresión. Los poetas se adherían a la campaña. Acataban la ley 1.234, y contribuían a la revalorización del término.

Hubo, astutos. De esos hay en todas partes. Inmediatamente buscaron reemplazar la palabra. Se pusieron de acuerdo, y cambiaron la fonética pero conservaron el sentido. Bueno, decían. No podemos decir la 1.234, de ahora en más en vez de esto diremos: ambor y a la mujer de nuestros sueños les diremos te ambo, te ambaré para siempre. Y estaban satisfechos, tan contentos con su solución.  Creían que habían encontrado la manera de evadir al gobierno. Ya está, quedémonos tranquilos. Y se sentían orgullosos de su astucia.

Pero al gobierno no le preocupaba, habían evaluado la situación. Eran concientes del peligro, se había discutido largamente sobre el riesgo del reemplazo de una palabra por otra. Sabían que esa no era la solución, sabían que eso era solo una solución ficticia. No importaba la fonética, importaba el término. Era como cambiarle el color a un billete, este no alteraba su valor en sí. Y para la 1.234 reemplazar la fonética, solo nos daría el mismo término, devaluado y desgastado pero pronunciado de forma diferente.

Pero los estudios indicaban que este grupo de astutos no tenía alcance a gran escala. No había forma de que todo el país se pusiera de acuerdo en reemplazar el término. Estaban seguros, habían utilizado modelos en menor serie y los resultados habían sido muy satisfactorios. La 1.234 no podía ser reemplazada, la gente no utilizaría el nuevo vocablo. No había forma.

El problema grave fue el de la Iglesia. Ese si que fue un lío de aquellos. El gobierno estaba completamente preocupado, sus índices indicaban que era allí donde la 1.234 valía menos. Sus estudios mostraban una superabundancia del término en todas sus formas de expresión: en la liturgia, en las canciones, en los sermones… Era en la Iglesia dónde más se tenía que trabajar, era allí dónde había que poner mayor esfuerzo. Y sorprendentemente, los curas no se opusieron, muchos estaban de acuerdo con el gobierno y estaban muy contentos de que finalmente se hubiesen propuesto rescatar a las palabras. Hubo incluso quienes le ofrecieron ayuda al C.R.P.D, les decían que podían contribuir con las etimologías, que la 1.234 tenía muchas variantes, que no había tan solo un sentido… pero los laicos estaban furiosos, completamente fuera de sí mismos. El gobierno había cruzado los límites y ellos iban a reaccionar. No podían prohibir esa palabra, su vida giraba en torno a esa palabra. Como iban a poder vivir su fe sino transmitían el término 1.234. Toda su vida dependía de esa palabra. La utilizaban en todos lados, en los guiones, en las comidas, en las reuniones. Después de cada discusión hablaban del… al prójimo, del… de Dios. No podía ser. Ellos vivían de esa palabra, y no iban a permitir que se la quitasen.

Pero el gobierno era durísimo, fue contra los laicos contra quienes tomó mayores medidas. Justamente eran los laicos los que más habían devaluado la palabra, la habían comodinizado completamente. Los dos presidentes detrás del proyecto, el de economía y el del nuevo departamento, no se guardaron nada. Hicieron sus críticas y esperaron respuestas: “¡Los laicos!, los laicos son quienes más han perdido el sentido del término, los estudios han demostrado que la situación crítica de la 1.234 se debe principalmente a ellos y estamos dispuestos a tomar las medidas necesarias para que esto se acabe. Paradójicamente son los laicos quienes más utilizan el término y son ellos quienes menos entienden de lo que hablan. Basta que se acerquen a ver los datos, estos están todos prolijamente publicados en la página oficial, y no tendrán más dudas. La 1.234 está casi muerta en sus labios, han abusado tanto del término que este ya no tiene ninguna fuerza. ¡No señor!, vamos a terminar con esto y si no les gusta, que se sometan a la ley que para eso está.” Y a esto no tenían nada que decir. Tan solo podían agachar la cabeza y obedecer lo que la  ley mandaba.

Y así poco a poco el gobierno fue logrando que su cumpliera la ley. Poco a poco el proyecto de ley 1.234 fue acatándose en todos lados. Fue un caso famoso, las noticias salieron en todo el mundo, hubo incluso intentos de imitación en otros países. Las potencias aplaudían el intento y pedían consejo para su propio país. Pero el proyecto no había finalizado, hubo contratiempos, hubo dificultades. El problema más grande que tuvo que enfrentar el gobierno fue el de los profesores y el de los maestros. Estos fueron con buena voluntad a plantearle cómo enseñar a los más jóvenes, nociones tan elementales sin utilizar una palabra. Cómo íbamos a enseñar lo que era el patriotismo si no podíamos utilizar la 1.234. El problema, planteaba un profesor, es que las palabras son justamente el medio que tiene el hombre para expresar lo que ha entendido, el medio que tiene para transmitir lo comprendido. Entendemos la medida del gobierno, y la aplaudimos con entusiasmo. Pero nos hemos encontrado con esta dificultad, la de carecer de una palabra que exprese esta realidad tan profunda. Los pueblos más primitivos, son aquellos que no han descubierto esas nociones humanas. Un pueblo que carece de la 1.234 es un pueblo en gran medida precario, con muy poca capacidad de reflexión. Tememos que la medida legislativa termine produciendo este efecto en nosotros, la del olvido del concepto.

Y el gobierno buscó salidas, el C.R.P.D trabajó con muchísimo fervor para encontrar una respuesta, y llegó a la conclusión de que la medida no iba a producir el efecto planteado. No, decían. Ese peligro los tienen los pueblos que no han descubierto estos principios. No es nuestro caso. El problema que nosotros afrontamos es el de poseer el término pero haberlo vaciado de contenido. Además, de todos modos, el proyecto de ley es solo momentáneo, hasta que los valores se estabilicen. Cómo enseñar lo que es el patriotismo: pues siendo patriotas, de esa manera nuestros jóvenes van a aprender. No hacen falta tantas palabras. Después cuando realmente tengan una experiencia viva de lo que es la 1.234, suspenderemos la medida y les diremos. Esto que ustedes viven, esto es realmente el…

Y así fue cómo el proyecto se cumplió. Cuatro semanas se necesitó nada más para que se estabilizaran los valores. Fue una de las ideas más felices de nuestro gobierno, llevadas a cabo con una eficacia y una seriedad admirables. Después de cuatro semanas el gobierno anunció que la ley 1.234 se había suspendido, y publicó en su página Web los resultados de la sanción. El proyecto1.234 había sido todo un éxito. Los artistas habían revitalizado sus pinturas, los poetas habían compuesto obras únicas, totalmente originales. Los jóvenes que carecían de la palabra habían buscado por sus propios medios expresar la realidad que vivían cuando amaban. Y los más sorprendente de todo fue que la palabra no volvió a utilizarse cómo antes. La gente no necesitaba decirla. Los que no amaban porque no tenían que decirlo, y los que amaban porque sin decirlo habían descubierto la forma de demostrarlo. Sabían lo que era el amor, ahora todos lo sabían porque durante cuatro semanas el gobierno los obligó a eliminar de sus cabezas, toda ilusión de lo que esto significaba y porque nos enseñó a ver a los ciudadanos que, el amor no se dice con palabras, y que el que verdaderamente ama, no necesita decirlo para hacérnoslo saber.

Joaquín Migliore.

 

«La Voluntad de Dios no te llevará donde la Gracia de Dios no te proteja» Padre Kentenich

Atardecer, dejar que se muestre el Poeta

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Una y otra vez vuelvo a meditar lo que hace a la vida, como si el tema fuese una fuente inagotable de meditaciones, en la que cada vez que me sumerjo salgo enriquecido y percibiendo la vida con otros colores. Es que en realidad todo lo que se refiere a la vida, al sentido de la vida, a la plenitud de la vida me conmueve tremendamente. Es siempre el parámetro con el que vuelvo a medirme para renovarme y buscar vivir cada vez más vivo -valga la redundancia-. En cada descubrir sobre la vida, vuelvo a entrar en el crisol para ser cada vez más verdadero y sencillo, para desechar lo auxiliar y quedarme con aquello que hace a la vida cada vez «más vida».
Hoy me emocioné mucho con el atardecer. Quiero decir que el atardecer de hoy me encantó, y me quedé parado disfrutándolo, hasta que terminó de oscurecer. Fue un atardecer digno de una foto, de una postal, pero no quise sacar una foto para no perderlo. Es que creo que la foto me hubiera arruinado la frescura del atardecer real, ese ir cambiando de colores y tonalidades: los rojos, naranjas, amarillos fundiéndose con las tonalidades verdes, violetas, azules oscuras de la noche. Un espectáculo digno de los mejores teatros.
Parado ante semejante obra de arte pensaba en varios de los filósofos que estoy estudiando, especialmente en todos aquello que se cuestionan la existencia de la realidad y de la capacidad de conocer. Pobres, ¿habrán tenido una vida gris sin atardeceres dignos de admirar? De otra manera no entiendo cómo se cuestionan la efectiva existencia de la realidad ante semejante espéctaculo.
Después pensé en un texto que leí de Nietzsche1 en el que habla sobre el lenguaje como una metáfora de la realidad que no alcanza a ser la cosa (que significa) en «sí misma». Podríamos decir que es cierto, ya que de ninguna manera podría regalarte lo que fue el atardecer de hoy, y el atardecer de hoy no se expresa con el concepto de atardecer, y ya no habrá otro igual a este… pero sí que habrá otros para disfrutar.
Pero no me quise quedar en estos pensamientos, simplemente fueron el puntapié para comenzar a observar en profundidad. Mientras que muchas de estas ideas pasaban por mi cabeza, como sin ser invitada, apareció la idea -y la convicción- de que la vida es una poesía. Pero no me refiero a una poesía escrita en versos y con cierta rima (o carencia de rima), sino que es una poesía en un sentido mucho más profundo y real. La vida es la poesía de lo que se esconde detrás de lo que se ve y nos habla de «algo más». Es toda la creación, y cada creación en particular que eleva nuestro espíritu hacia ese «algo más», como si detrás de cada cosa se escondiera una imagen, o como sí, en su conjunto, cada cosa tuviera ritmo, verso y rima.
¿Cómo evitar pensar en que un artista haya pintado el atardecer de hoy? ¿Cómo no elevarse sobre uno y preguntarse cómo todo llega a ser lo que es? ¿Por qué hay atardeceres? No pregunto por cómo suceden, no quiero la explicación astronómica del fenómeno. Es una pregunta más profunda, incluso, si se quiere, podría preguntar: ¿por qué se da ese fenómeno astronómico en primer lugar?
Y ahora pienso, aunque parezca desconectado… Las diferencias genéticas que tenemos con la mosca de la fruta son demasiado pequeñas, y sin embargo, ¡qué distintos somos! ¿Es acaso una diferencia genética lo que me da una conciencia de mí mismo y de mi existencia? ¿Es esta la diferencia que me obliga a tener que elegir cómo vivir y qué hacer? ¿Es esta pequeña diferencia la que me permite hacer de mi vida algo mio, y que busque mi plenitud en la vida?
La mosca no puede sino que ser mosca, y no hace nada más que aquello que todas las moscas han hecho en toda su historia. En cambio, yo, tengo un lenguaje, una historia, un futuro, y es mio, y soy consciente de él, y tengo que optar que hacer con mi vida y no me veo determinado a hacer lo que todos los hombres ya han hecho a lo largo de la historia de la humanidad. ¿Acaso toda esta diferencia se esconde en un simple ordenamiento del código genético?
Es sorprendente estar vivo, es un verdadero regalo. Hoy volví a descubrir que la vida no es obvia, que la vida es un milagro enorme, que mi vida es un regalo inmenso, tu vida es un regalo inmenso. Hoy me volví a encantar con la vida y a desear vivir plenamente.
La vida es poética, porque cada vida es única e irrepetible, cada vida es una obra única, de singluar valor… pero es una poesía que se va escribiendo y dejando escribir.
¡Vivir de verdad vale la vida!
Hoy volví a agardecer a Dios por esta vida que me regaló, y por esta hermosa vocación de regalar la vida, de amar la vida y poder servirla. Agradecí porque fue Él quien me enseñó a vivir y a descubrir la poesía de la vida, porque Él es quien le pone poesía y le da sentido a la vida.
Hoy volví a descubrir que Dios es el mejor pintor de «postales»… y así me di cuenta que es todavía mejor poeta.
1″Sobre la verdad y la mentira en un sentido extramoral»

MC.

pensarorganico.blogspot.com

un sueño? tal vez..

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Érase una vez, en un mundo fantástico hace tantos años que el tiempo lo perdona, érase una vez que se era… érase…

En un lugar donde los cuentos hablan de Manhattan, tartas de queso con arándanos y caperucitas azules. Donde los lobos esperan a ser complacidos y las abuelitas juegan al bingo cada sábado por la noche. En el lugar donde leñadores son máquinas que pavimentan asfaltos y no existen los finales felices. Tras avenidas densas y sonrisas falsas existía un Reino. Un lugar tiempo atrás maravilloso; las rosas pintadas de rojo por la baraja de picas se habían marchitado y la reina ahora aborrecía el té. Todas las tardes se sentaba en su gran trono con la mirada perdida esperando a un conejo blanco que nunca llegaba, aunque pasado tanto tiempo ya no recordaba porqué le aguardaba, pero así, al menos, las horas volaban creyendo que algún día su principio tendría un fin.

Hansel ya se había cansado de comer chocolate y Gretel seguía soñando con príncipes encantados. Frente al espejito mágico jugaba a la ruleta rusa con un cesto de manzanas provenientes de un castillo maquiavélico, ególatra y sanguinario. La bella durmiente se cansó de esperar disfrazada de princesa, un pijama y un par de cajas de Lexatín haría su trabajo más fácil. Simbad secó las aguas, Garfio fué destronado y las hadas se quedaron sin papel secundario…

Ya no quedaban historias que contarles a los niños, no existían argumentos para mandarles pronto a la cama, ni prosas de Romeos que ayudaran a conquistar Julietas. La vida pasaba triste y sin ganas bajo un cielo acusador que cada vez pesaba más, y más, y más lentamente morían recuerdos. Aún así, la historia a veces propone un golpe de suerte en Las Vegas o una mera anécdota que contar vía mail… si el cuento termina mal ya habrá otro que lo reescriba para bien. Volvamos pues al érase una vez que se era…

Ésta vez a la princesa no le acechaba un dragón negro de afilados dientes ni sombras malignas palicediendo tras antorchas. Ni vestía un bonito corsé de lazos, ni era rubia, ni creía en el amor eterno, ni mucho menos comía perdices. Definiendo la psicología del personaje era mas bien una Blancanieves con espíritu de Peter Pan, de vida sencilla, caprichosa y adicta al chocolate… y por qué no? dotada de cierta capacidad intelectual que tánto detestaba Disney. Para ella los días eran pura monotonía en el Reino de alquitrán; cansada de lluvias ácidas, brujas sin escoba y escobas sin bruja. La inocencia pasó a ser una vieja promesa y las promesas inocentadas de la vida.

A su corte llegaron varios caballeros a lo largo de su estancia en Palacio. Algunos con espada de oro puño en mano, otros de barbas trenzadas sabor cebada e incluso relucientes conocedores del arte de la guerra, con su reluciente armadura, reluciente dentadura y reluciente y vacío casco. Y como besar ranas no era su fuerte y las tartas de manzana sabían mejor que las derrotas, se prometió no volver a confiar en caballeros con armaduras ni arma enfundada. Con mucho tiento miraba en los armarios de las victorias nocturnas y siempre encontraba cotas de mallas, buscaba en el metro y sólo olía a batallas épicas. Las noches las pasaba fantaseando en la probabilidad de chocarse contra quien no sonase a metales ni le cegara su escudo. Y los días pasaron, meses, años… lustros, milenios… de todos es sabido que el tiempo en el mundo de los cuentos pasa mucho mas deprisa… y no halló quien de su medio limón hablara. Lo mejor era acostarse temprano y dormir hasta mañana.

Ésta vez el joven paladín no buscaba doncellas en peligro, ni gloria, ni muerte anticipada bajo las fauces de una serpiente gigante. No usaba mallas ni pluma en el sombrero… bueno, no tenía sombrero, ni etiqueta, ni paragüas. Digamos pues que se asemejaba a Aladino con una pincelada de flautista de Hamelín. La vida no le brindaba muchos premios, al menos los suficientes como para encontrar su sitio en el Reino, ni le había guiñado un ojo la suerte, ni pudo mirar bajo la falda de la luna. Por mas que anhelaba un deseo, más se le escapaba de entre los dedos de las manos, más lejano estaba, más profundo y quedo.

Brillaba el sol, aún hacía calor por aquellas tardes, cuando la decisión fué certera. El Reino del príncipe no era suficiente para el, no era lo acertado, lo verdadero, ansiado para su final feliz. Así que preparó a su fiel, amigo y compañero; limpió sus herraduras, lleno las alforjas y dijo adiós a recuerdos que ya no volvería a necesitar. Comenzó su camino musitando «For Martha» de Smashing Pumpkins …»If you have to go don’t say goodbye, If you have to go don’t you cry, If you have to go I will get by, someday I’ll follow you and see you on the other side»… cuando recordó que no le gustaba aquel grupo, pero ya era demasiado tarde, aquella canción no se le quitaba de la cabeza.

Pasaron días, meses, lustros… no, creo que sólo fueron un par de días lo que duró el viaje, cuando observó un pequeño Reino sin alfombras rojas, un palacio de flores secas y una ventana cerrada. Se mantuvo a la espectativa el tiempo necesario como para olisquear y saborear unos pequeños segundos lo que podría depararle en aquel lugar. Llamó, intentando dar sensación de valentía… y la puerta se abrió, como por arte de magia, pudiendo contemplar el interior

La princesa pudo ver que en las manos no le brillaban hierros ni escudos con el honor de las armas de su apellido, sus tierras o fama. Pero lo que no pudo observar fué la armadura de cristal más transparente del reino. Armadura singular, ya que ningún objeto podría romperla pero los golpes machacaban sus huesos, amorataban la piel y sacudían el corazón del guerrero. Aún así, ningún contrincante vería la sangre derramada de sus heridas, escondidas bajo ella. Ningún enemigo, ningún amigo, ningún ser con ojos que sólo miren.

La princesa y el príncipe pasaron buenos ratos en torno a la chimenea imaginaria del salón principal. Tomaron té con el sombrerero loco, jugaron al ajedrez sobre alfombras voladoras, se devoraron toda la casita de chocolate de la vieja bruja del bosque, cantaron mientras seguían un camino de baldosas amarillas, pintaron las rosas de varios colores y regañaron al gato de Cheeshire por ser tan irónico. El Reino no era mejor ni peor, simplemente era diferente.

De momento nadie empezó a sentir una felicidad desbordante ni nadie comió aves pequeñas…

(…)
M.M.

el final.. perdices, lechuzas, leones…
lo dejo en sus manos

Cuando perder es ganar

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¿Ganar, es la única manera de ganar? Parece una pregunta complicada pero no lo es. Quiero decir ¿la única manera de ganar es ganando?

¿No se puede ganar nada perdiendo? Quiero decir si yo por ejemplo pierdo peso ¿no gano en salud? Si un señor pierde el vuelo y ese avión se estrella ¿no ganó algo perdiendo el vuelo el señor?

Un hombre pierde su empleo y se deprime tremendamente, pero consigue otro empleo mejor y le va muy bien ¿ese hombre no ganó perdiendo el primer empleo?

¿Cuándo uno pierde la inocencia gana algo? Quiero decir ¿cuándo perdemos la inocencia no ganamos en sabiduría, no ganamos en autodeterminación?

¿No ganamos cuando perdemos el miedo? Mis queridos amigos cuando digo perdemos el miedo no digo tener una confianza ciega en que vamos a ganar siempre, sino perder el miedo a perder, de eso se trata.

En mi época se decía ‘perder la chaveta’. Y es verdad eh, a veces hace falta un poco de locura para ganar algo.

A veces perder el control es la única manera de ganar libertad.

Si yo te digo ‘perder la ilusión’ ¿ganamos algo perdiendo la ilusión?

A veces hay que perder la esperanza, perder la ilusión, para que nazcan cosas nuevas. Y parece que fuera el fin de todo y en realidad puede ser el comienzo de algo mejor. De lo que se trata es de perder el miedo a perder, porque a veces perder es la única manera de ganar.

Un iluso es alguien que se cree cualquier cosa ¿o no? La ilusión es una burbuja. Hay que romper esa burbuja chicos. Ustedes estaban en una película de héroes, romántica, defendiendo a sus amigos, a sus enamoradas… fin de la ilusión, se terminó, esa no es la realidad, la realidad es muy distinta. Pierdan la ilusión y van a entender que están luchando por todos, por salvar a todos, no solamente a algunos.

Cuando perdemos la ilusión y enfrentamos la realidad al menos somos más honestos, y tal vez quien sabe la realidad nos da una grata sorpresa. Pero lo que es seguro es que <span> la ilusión nunca nos va a dar lo que promete.  Ustedes lloren, griten, pataleen pero despídanse de ese mundo en el que vivían.

Soñar es querer cambiar una realidad, la ilusión es negar la realidad. La desilusión no es otra cosa que una bofetada que nos da la realidad, nos dice “eh, no sean tontos, las cosas son como son”.

La ilusión nos hace creer que se puede sacar agua de las piedras, pero  la realidad es que SI QUEREMOS AGUA TENEMOS QUE IR AL ARROYO, POR QUE SI HAY ALGO QUE LAS PIEDRAS NO TIENEN ES AGUA!.

Bueno, y una vez que hayamos perdido la ilusión, que nos hayamos despedido de ese mundo ideal, agarramos la realidad con las dos manos y decimos “bueno ¿y ahora que hay que hacer?”, y les puedo asegurar chicos que hay mucho por hacer.

Ahí donde terminó la ilusión empieza la vida de verdad, y cuando ya estemos desilusionados soñemos en grande con el mundo que queremos y por el que vamos a luchar. Hay que perder la ilusión gente, porque ahí perder es ganar!!!

Calles cortadas, colectivos que cambian su rumbo, historias como estas..

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Tarde de facultad, exámenes, reuniones.. El colectivo tomo un rumbo lejano de aquel lugar final. Si bien sus pilas y su alegría siempre solían estar muy bien cargadas al amanecer,  ya todo al final de día parecía manejarse por una cuestión de inercia.. sueño.. y sin dudar el anhelo por ver una cama. Pero a los niños grandes, como era ella, poco les suele durar el pensamiento de adultos (cuando lo tienen) y en este caso fueron exactamente unos 10 min. Diez terribles minutos!! caminar cargando con un remolino de pensamientos y responsabilidades latentes, sin sentir el viento.. sin escuchar sus pasos,  sin descubrir lo grandioso de las sonrisas casuales y miradas impactantes realmente le pesaba más que, como dice mi hna «hacer monito a un elefante»…

El colectivo fue cómplice inmediato, nunca subestimen su poder! Yo tampoco lo veía tan pícaro.. Ella bajó pensando 6 hasta Rioja.. una dos tres Quintana (ustedes saben que cuando uno ya tendría que haber llegado hace media hora a un lugar las cuadras parecen eternas, los semaforos en rojo y la gente se amontona, tipico).  Sus pasos avanzaban velozmente, 5 cuadras vacías de contenido hasta que a lo lejos se empezó a escuchar unas voces, guitarras.. unas congas y tal vez una pandereta, los reconoció enseguida, ella solía disfrutar de esos placeres de seguido. Adelanto sus pasos y al verlos frenó.. sorpresa para ellos!

Eran cuatro chicos llenos de vida.. alegría y mucha diversión, quizás con ganas de juntar algunas monedas para poder cenar algo.. pero su aspecto era irrelevante al ver la riqueza de sus sonrisas y sus miradas penetrantes.

Ella los miró como si Julieta tuviera que elegir a uno entre sus cuatro Romeos, por suerte no era esta la situación porque sino tal vez elegiría al que llevaba antiparras.. sí, y era divino.

Se quedó parada enfrente a ellos con una sonrisa inexplicable y entro a reír sin parar.. ojo con esa risa que sale solamente del alma cuando nos encontramos con gemelos de otras vidas.  Se quedó hasta el final. Ellos la saludaron como a una amiga de toda la vida y ella guardó sus sonrisas y sus miradas para la eternidad!

Julieta siguió caminando feliz de que tantos romeos la hicieran despertar.

Gracias!

Un vuelco en el Corazón

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Entre las muchas cartas que recibo hay una que me ha conmovido -y alegrado- especialmente. No es que me cuente nada novedoso o espectacular. Es simplemente la carta de una mujer que me explica que, a los cincuenta y un años, sigue enamorada de su marido.

«El es maestro –dice- y yo me siento muy unida a su profesión, pero, sobre todo, a él. Llevamos veintiún años casados, fuimos ocho años novios y, cuando lo encuentro en la calle, sin esperar verle, aún me da un vuelco el corazón. Quiero decir, que el amor no muere. Tengo montañas de poemas escritos para él y para lo que nos une. Y no es rutina, desde luego. Y no lo veo perfecto, ni él a mí. Y no estarnos de acuerdo siempre. Pero, sobre todo, nos queremos.» Ahora siento casi un poco de vergüenza de que esta carta me haya llamado la atención. ¿No debería ser lo normal todo lo que en ella se cuenta?

Me temo que hoy la fidelidad no esté de moda. Al menos a juzgar por los periódicos y las conversaciones. ¿O también aquí resultará que -a tenor de esa hipocresía moderna que consiste en hacerse pasar por peor de lo que uno es- son muchos más los matrimonios fieles que los que presumen de casquivanos? Pero lo grave -me parece- no es tanto el que los hombres seamos más o menos fieles a nuestras promesas. Lo grave es que muchos hayan llegado a auto- convencerse, primero, de que es imposible la fidelidad y, después, de que casi es más propio del hombre el mariposeo.

Pero habría que volver a hablar «con descaro» de la fidelidad.

Un buen amigo mío -y gran teólogo–, Olegario G. de Cardedal, ha titulado uno de sus libros Elogio de la encina, precisamente porque la encina es el árbol de la fidelidad, un árbol menos aparatoso y brillante que otros muchos, más duro y adusto, pero en el que parece resumiese el campo entero.

Tal vez mujeres como la de la carta que he copiado –o como mi madre y tantas otras que he conocido—no entren en la historia de las mujeres ilustres. Pero yo no cambiaría su fidelidad por todos los brillos del mundo. Hace días, leyendo a Kierkegaard, tropecé con dos párrafos iluminadores. El primero subrayaba la importancia y la permanencia de los compromisos de amor y decía que quienes temen dar un «sí» para siempre por temor a que mañana puedan cambiar de idea y se encuentren encadenados a él, «es evidente que, para ellos, el amor no es lo supremo, pues de lo contrario estarían contentos de que exista un poder que sea capaz de forzarles a permanecer en él». He aquí una enorme verdad: quienes temen al amor eterno deben ser sinceros consigo mismos y reconocer que no es que ellos sean muy inteligentes, sino que su amor es demasiado corto. 0 que su orgullo es demasiado grande para aceptar el someterse al amor.

El otro párrafo aún era más luminoso. «Basta con mirar a un hombre para saber a  ciencia cierta si de verdad ha estado enamorado. Expande en torno un aire de transfiguración, una cierta divinización que se perpetúa durante toda su vida. Es como una concordia establecida entre cosas, que, sin ella, parecerían contradictorias: el que ha estado enamorado, al mismo tiempo es más joven y más viejo que de ordinario; es un hombre y, a pesar de todo, un muchacho, sí, casi un niño; es fuerte y, sin embargo, es débil; hay en él una armonía que rebota en su vida entera.»

Efectivamente: haber estado, aunque sólo sea una vez, enamorado -de un hombre, de una mujer, de una idea, de una tarea, de una misión- es lo más rejuvenecedor que existe. Esas gentes a quienes brillan los ojos, que miran la vida positivamente, que se alimentan de esperanzas, que poseen una misteriosa armonía, que irradian esa luz que les transfigura, son personas que se atrevieron a creer en el amor y han sido fieles a esa decisión. Poseen una especie de virginidad e integridad espiritual.

Cuando Miguel Ángel concluyó de tallar su Pieta del Vaticano alguien le preguntó por qué había hecho más joven a la madre, a María, que a su hijo Jesús. Y Buonarotti respondió que las almas vírgenes son siempre jóvenes. Y no se refería, es claro, solamente a la virginidad física, sino a esa virginidad interior de quienes se han entregado enteros a un amar o a una causa.

Hay que elogiar sin rodeos a esas «encinas-mujeres» o a esas «encinas-varones» que se atreven a seguirse queriendo por encima de los años, que se emocionan aún cuando encuentran por la calle a quienes fueron (y son) sus novios. Hay que decirles -como Machado decía de las encinas- que ellas «con sus ramas sin color», «con su tronco cenicientos, «con su humildad que es firmeza» son una de las cosas que sostienen este mundo nuestro, tan viejo como un don Juan.

Martín Descalzo.

Magia

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¿Qué hacen las barreras de un tren? Si eres una persona común me responderás: Impiden que el tren choque a la gente, ¡No! Eso es lo que dice la gente que no sabe ver. ¡No! A veces pareciera que el mundo se volvió ciego, ciego y sordo porque ni ve ni escucha. Cada día me sorprendo más de este hecho.

La gente se olvidó de ver la magia que hay detrás de las cosas, la magia que se esconde todos los días y que uno encuentra en las cosas más simples.

Hay que aprender a mirar, hay que aprender a oír. Todos los días están llenos de colores, no puede ser que nos olvidemos de esto. Alguna vez te has detenido a escuchar entre todo el bullicio de colectivos, gritos y bocinas. Alguna vez te has detenido a escuchar lo que escuchas un día común. No, seguramente nunca lo has hecho. Pobre infeliz, tus días son grises y mudos.

Cuando tus hijitos lleguen a tu casa ve corre, álzalos y pregúntales: ¿Cuántos colores has visto hoy, has descubierto algún nuevo sonido? Eso si vale la pena. ¿Sabes que entre todo el bullicio de la gran ciudad uno puede escuchar sus propios pasos? No, seguramente no lo sabes, lo más probable es que tú también seas ciego y sordo. ¿Alguna vez has consentido a tus sentidos? No solo la panza puede darse festines, y no hablo de grandes cuadros u obras de renombre. Hablo de simples caprichitos que agradan a los sentidos. Agarra por ejemplo una caja de fósforos, agítala y escucha. Vas a ver cómo eso cautiva a tu oído. O corre hasta algún charquito de agua, no hace falta que tengas un lago o un río, un simple charco alcanza y sobra.

Agarra una rama, revuelve el agua y escucha… es maravilloso no hay nada más lindo que el sonido del agua. O proponte un pequeño experimento, antes de tocar algo imagina cómo se sentirá su textura… es muy interesante, puedes pasarte largo rato sorprendiéndote por cómo se sienten las cosas. Apuesto a que ni tenías idea de que tu buzo era áspero, de que tu pantalón hacía cosquillas. No te olvides de la magia que encierra cada día.

Ningún día es cómo otro, has un ejercicio por preguntarte en que es distinto este de aquel.

Juega desafíos contigo mismo, proponte descubrir aquellos detalles mágicos que a todos se les escapan. Verás que hay cada cosa rara por el mundo, aprende a mirar, ejercita tus sentidos, aprende a captar lo único de cada situación. Ríete porque una nube tiene forma graciosa o por que el señor que está pegado a vos en el colectivo tiene los bigotes con forma de ratón. Juega a interesarte en las situaciones más aburridas. Viajando en colectivo, busca detalles graciosos en las personas, o esfuérzate por predecir sus movimientos. Estudia las fisonomías, cuando hables con alguien intenta predecir sus reacciones, estudia sus movimientos, su forma de caminar. Juega a que erres detective y que estás resolviendo un caso famoso.

Anímate a convertir tu vida en un libro de fantasías. Imagina que eres Amadís y cédele tu asiento a la bella Oriana que está parada al lado tuyo.

No tienes que hacer grandes cosas para llenar tu día de detalles. No te olvides de que cada persona es un mundo.

Sueña que eres el joven Anakin y anímate a explorar todas las galaxias que hay en el fondo de un alma. No tienes abrir roperos mágicos para entrar a universos nuevos, a veces un simple hola alcanza. Anímate, anímate a romper con la rutina del día, que no te de miedo ser loco para la gente, aprende trucos de magia y entretiene a los chiquitos en el tren o calienta agua y ve a matear con las personas que están en la calle. Ellos también tienen una historia para contar, ellos también son un mundo lleno de tesoros.

Aprende a soñar, fantasea, imagina y dale cauce a tus ideas, no siempre lo serio tiene que ser profundo, a veces un poco de locura llega al fondo de las personas.

La vida es un cuento, anímate a escribirlo!!

Joaquín Migliore.