un sueño? tal vez..

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Érase una vez, en un mundo fantástico hace tantos años que el tiempo lo perdona, érase una vez que se era… érase…

En un lugar donde los cuentos hablan de Manhattan, tartas de queso con arándanos y caperucitas azules. Donde los lobos esperan a ser complacidos y las abuelitas juegan al bingo cada sábado por la noche. En el lugar donde leñadores son máquinas que pavimentan asfaltos y no existen los finales felices. Tras avenidas densas y sonrisas falsas existía un Reino. Un lugar tiempo atrás maravilloso; las rosas pintadas de rojo por la baraja de picas se habían marchitado y la reina ahora aborrecía el té. Todas las tardes se sentaba en su gran trono con la mirada perdida esperando a un conejo blanco que nunca llegaba, aunque pasado tanto tiempo ya no recordaba porqué le aguardaba, pero así, al menos, las horas volaban creyendo que algún día su principio tendría un fin.

Hansel ya se había cansado de comer chocolate y Gretel seguía soñando con príncipes encantados. Frente al espejito mágico jugaba a la ruleta rusa con un cesto de manzanas provenientes de un castillo maquiavélico, ególatra y sanguinario. La bella durmiente se cansó de esperar disfrazada de princesa, un pijama y un par de cajas de Lexatín haría su trabajo más fácil. Simbad secó las aguas, Garfio fué destronado y las hadas se quedaron sin papel secundario…

Ya no quedaban historias que contarles a los niños, no existían argumentos para mandarles pronto a la cama, ni prosas de Romeos que ayudaran a conquistar Julietas. La vida pasaba triste y sin ganas bajo un cielo acusador que cada vez pesaba más, y más, y más lentamente morían recuerdos. Aún así, la historia a veces propone un golpe de suerte en Las Vegas o una mera anécdota que contar vía mail… si el cuento termina mal ya habrá otro que lo reescriba para bien. Volvamos pues al érase una vez que se era…

Ésta vez a la princesa no le acechaba un dragón negro de afilados dientes ni sombras malignas palicediendo tras antorchas. Ni vestía un bonito corsé de lazos, ni era rubia, ni creía en el amor eterno, ni mucho menos comía perdices. Definiendo la psicología del personaje era mas bien una Blancanieves con espíritu de Peter Pan, de vida sencilla, caprichosa y adicta al chocolate… y por qué no? dotada de cierta capacidad intelectual que tánto detestaba Disney. Para ella los días eran pura monotonía en el Reino de alquitrán; cansada de lluvias ácidas, brujas sin escoba y escobas sin bruja. La inocencia pasó a ser una vieja promesa y las promesas inocentadas de la vida.

A su corte llegaron varios caballeros a lo largo de su estancia en Palacio. Algunos con espada de oro puño en mano, otros de barbas trenzadas sabor cebada e incluso relucientes conocedores del arte de la guerra, con su reluciente armadura, reluciente dentadura y reluciente y vacío casco. Y como besar ranas no era su fuerte y las tartas de manzana sabían mejor que las derrotas, se prometió no volver a confiar en caballeros con armaduras ni arma enfundada. Con mucho tiento miraba en los armarios de las victorias nocturnas y siempre encontraba cotas de mallas, buscaba en el metro y sólo olía a batallas épicas. Las noches las pasaba fantaseando en la probabilidad de chocarse contra quien no sonase a metales ni le cegara su escudo. Y los días pasaron, meses, años… lustros, milenios… de todos es sabido que el tiempo en el mundo de los cuentos pasa mucho mas deprisa… y no halló quien de su medio limón hablara. Lo mejor era acostarse temprano y dormir hasta mañana.

Ésta vez el joven paladín no buscaba doncellas en peligro, ni gloria, ni muerte anticipada bajo las fauces de una serpiente gigante. No usaba mallas ni pluma en el sombrero… bueno, no tenía sombrero, ni etiqueta, ni paragüas. Digamos pues que se asemejaba a Aladino con una pincelada de flautista de Hamelín. La vida no le brindaba muchos premios, al menos los suficientes como para encontrar su sitio en el Reino, ni le había guiñado un ojo la suerte, ni pudo mirar bajo la falda de la luna. Por mas que anhelaba un deseo, más se le escapaba de entre los dedos de las manos, más lejano estaba, más profundo y quedo.

Brillaba el sol, aún hacía calor por aquellas tardes, cuando la decisión fué certera. El Reino del príncipe no era suficiente para el, no era lo acertado, lo verdadero, ansiado para su final feliz. Así que preparó a su fiel, amigo y compañero; limpió sus herraduras, lleno las alforjas y dijo adiós a recuerdos que ya no volvería a necesitar. Comenzó su camino musitando «For Martha» de Smashing Pumpkins …»If you have to go don’t say goodbye, If you have to go don’t you cry, If you have to go I will get by, someday I’ll follow you and see you on the other side»… cuando recordó que no le gustaba aquel grupo, pero ya era demasiado tarde, aquella canción no se le quitaba de la cabeza.

Pasaron días, meses, lustros… no, creo que sólo fueron un par de días lo que duró el viaje, cuando observó un pequeño Reino sin alfombras rojas, un palacio de flores secas y una ventana cerrada. Se mantuvo a la espectativa el tiempo necesario como para olisquear y saborear unos pequeños segundos lo que podría depararle en aquel lugar. Llamó, intentando dar sensación de valentía… y la puerta se abrió, como por arte de magia, pudiendo contemplar el interior

La princesa pudo ver que en las manos no le brillaban hierros ni escudos con el honor de las armas de su apellido, sus tierras o fama. Pero lo que no pudo observar fué la armadura de cristal más transparente del reino. Armadura singular, ya que ningún objeto podría romperla pero los golpes machacaban sus huesos, amorataban la piel y sacudían el corazón del guerrero. Aún así, ningún contrincante vería la sangre derramada de sus heridas, escondidas bajo ella. Ningún enemigo, ningún amigo, ningún ser con ojos que sólo miren.

La princesa y el príncipe pasaron buenos ratos en torno a la chimenea imaginaria del salón principal. Tomaron té con el sombrerero loco, jugaron al ajedrez sobre alfombras voladoras, se devoraron toda la casita de chocolate de la vieja bruja del bosque, cantaron mientras seguían un camino de baldosas amarillas, pintaron las rosas de varios colores y regañaron al gato de Cheeshire por ser tan irónico. El Reino no era mejor ni peor, simplemente era diferente.

De momento nadie empezó a sentir una felicidad desbordante ni nadie comió aves pequeñas…

(…)
M.M.

el final.. perdices, lechuzas, leones…
lo dejo en sus manos

Acerca de gisellelopezmanzur

Ojala todos en algún momento de su vida logren estar tan felices como estoy ahora. Sonreír por todo y por nada. Porque no ansío el futuro ni extraño el pasado más de lo que amo el presente. Porque me siento liberado. Porque me puedo dar cuenta de que acá y ahora no necesito más de lo que tengo. Porque se genera un círculo hermoso en el que esta alegría me hace tolerante, nada me molesta y puedo apreciar cada cosa que me rodea; y eso me da más alegría y luego más tolerancia. Son estos momentos los que me permiten ver que en el mundo hay más de lo que necesitamos. Sólo hay que salir a buscar esas cosas: diversión, alegría, pasiones, paz… Todo esto posibilita luego lo más grande: el amor. Desde esta sencillez, sintiéndome pleno, puedo decir “¡Que linda es la vida!” Alguien.-

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